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¿Quiénes son los peores amantes de la historia?

¿Quiénes son los peores amantes de la historia? ¡Te lo contaremos en el desarrollo de hoy, no te lo pierdas!

La historia de la sexualidad humana

A lo largo de toda la historia de la sexualidad humana, los estudiosos en la materia han observado cómo van cambiando las costumbres, las prácticas sexuales y cómo nos hemos ido adaptando a los diferentes contextos y condicionamientos sociales.

Desde la edad de piedra hasta la actualidad, aquí conoceremos algunos de nuestros favoritos (Hola, Etruscos) y también a los menos favorecidos (Adiós, Edad Media).

China

De la antigua China, por ejemplo, se sabe poco. Pero si sigue habiendo tantos chinos es porque algo saben del asunto, aunque lo mantengan en secreto. 

China ha sido de las sociedades más puritanas hasta hace relativamente poco. Basta saber que, en los años 80, todavía estaba penado escribir sobre sexo o ver pornografía y la homosexualidad dejó de considerarse enfermedad hasta ¡el año 2001! 

Quizás una de las mayores particularidades de los antiguos chinos fue la de llevar su admiración por los órganos sexuales, tanto masculinos como femeninos, hasta la idolatría. 

Ellos consideraban que el funcionamiento de los órganos sexuales era completamente independiente del resto del cuerpo y que, de alguna forma, eran partes mágicas que dominaban la sexualidad del hombre, pero sobre todo, de la mujer. 

Este culto a los genitales no podía terminar bien…

Los chinos dejaron testimonio de ello en cientos de estatuas y tótems sexuales, algunos descomunales, que traían suerte a quien los tocaba. Así, los órganos sexuales acabaron siendo venerados y adorados al mismo nivel que otros iconos religiosos como podría ser Buda. No exageramos.

Y como es de suponer, al considerarse sagrados, dejaron de considerarse obscenos. Aquí el doble filo de la hoja: también dejaron de ser considerados eróticos. De disfrutar el sexo, ni hablamos. Se acabó la diversión.

Vikingos

Otra cultura de cuya sexualidad sabemos poco es la de los vikingos. En parte porque no existe una cultura escrita más allá de las runas y por la omisión de los historiadores cristianos al no registrar costumbres que les resultaban incómodas. 

Aún así, se sabe que los vikingos creían en un modelo de sexo único, en el que tanto lo masculino como lo femenino, constituían distintas caras de un mismo sexo, parecido al origen de los humanos que se describe en “El Banquete” de Platón.

La fertilidad era la base del comportamiento sexual vikingo, y como la progenie era la principal meta, poco problema había con costumbres como la poligamia. Los vikingos libres tenían relaciones con múltiples mujeres, en su mayoría esclavas. 

Las -pocas- vikingas libres, es decir, no esclavas o “emparejadas”, gozaban de mayor autonomía que las cristianas y podían incluso, formar parte de la esfera pública o poseer tierras. 

La violación de mujeres vikingas libres se consideraba un grave delito castigado con la muerte.

Y un dato que muestra su grado de civilización: el “matrimonio” vikingo no tenía el monopolio de la sexualidad o el amor; existía más bien como moneda de cambio para formar alianzas en favor del progreso. La sexualidad podía existir fuera de estas uniones sin que se considerara algo indebido.

Italia

En Roma, era prioritario diferenciar quién ejercía el papel de activo y quién el de pasivo, tanto en lo sexual como en la esfera social. La mujer siempre estaba debajo -hablando de posiciones sexuales-; sólo las prostitutas podían ponerse encima. El hombre debía estar erecto y sólo se consideraba homosexual a quien recibía la penetración (anal).

Antiguo Egipto

Entre faraones, todo por la estirpe y la pureza de linaje, estaba bien visto el matrimonio entre hermanos, primos, padres e hijos. Se sabe que el rey Tutankamón fue fruto de una relación incestuosa entre hermanos. Los egipcios tenían una visión pragmática del sexo. Este pueblo consideraba animales a los violadores, incapaces de contener sus impulsos y sus bajas pasiones. Como se hacía con los animales, a los violadores se les castraba.

Por otra parte, la sexualidad formaba parte de lo sagrado y era un componente más de sus festividades. El historiador griego Herodoto relató que pudo ver orgías en el Nilo celebradas en nombre de la divinidad felina Sejmet Bastet: “barcas, llenas de hombres y mujeres, flotando cauce abajo”. Tocaban música, bebían mucho y mantenían relaciones sexuales. 

Las dificultades para estudiar la sexualidad de algunos pueblos antiguos, como es el caso de los nórdicos, son las mismas que tenemos para estudiar la sexualidad de las culturas mesoamericanas. 

La historia, se dice, es el relato de los victoriosos, y no fueron pocas las ocasiones en que los cristianos censuraron y tergiversaron las diversas creencias y costumbres bajo el prisma de su propia moral religiosa, que consideraba aberrantes muchas de sus prácticas.

México

Sin embargo, algunos rastros quedan. Aunque los conquistadores pensaban que los pueblos indígenas eran amorales y libidinosos -caldo de cultivo para la palabra de su Dios-, los mexicas también tenían cosas que decir de los conquistadores.

La sabiduría amatoria mexica era tal, que los conquistadores se mostraban incapaces de satisfacer las expectativas sexuales de las mujeres indígenas, quienes se quejaban de quedar insatisfechas con las breves cópulas de los españoles. 

No es de extrañar que la fama de “querendones” que tienen los mexicanos, venga por vena indígena. Puedes leer más siguiendo este enlace: ¿Cuál es la media de duración del coito en México y en el mundo?

España

Si bien los conquistadores españoles juzgaban severamente la inmoralidad de los mexicas, tampoco fueron muy autocríticos con algunas de sus propias costumbres, al considerar, por ejemplo, a las mujeres indígenas uno de los principales botines de la conquista. Lo que podría dejarlos como serios candidatos a los peores amantes de la historia.

Los rituales de masturbación y las prácticas orgiásticas eran comunes en los territorios conquistados. Entre los hallazgos de los españoles se encontraban falos gigantes de los huastecas e imágenes que representaban todo tipo de actos sexuales, incluyendo la homosexualidad. Las sociedades prehispánicas, a diferencia de los europeos, reconocían y aceptaban el goce sexual, la utilidad del placer y el propio conocimiento del cuerpo. 

Todo lo relacionado con el erotismo estaba de alguna manera representado en lo mágico y en lo religioso; nunca fue visto como algo negativo y mucho menos “pecaminoso”. 

Entre los mayas, por ejemplo, estaba mal visto el sexo heterosexual antes del matrimonio, incluso con las esclavas, por lo cual, un padre de familia tenía por obligación elegir una pareja homosexual para sus hijos varones tan pronto daban muestras de interés por el sexo, permitiendo esa compañía hasta que se desposaban con una mujer. 

De forma vagamente análoga a los pueblos nórdicos o a la concepción bisexual del hombre originario de Platón, la sexualidad maya no discriminaba entre hetero y homosexual. La identidad de la misma diosa Luna, fuente de creación, era bisexual y venerada tanto por hombres como mujeres. Ambos géneros ocupaban espacios distintos en la cultura maya, pero esto no implicaba ni inferioridad ni superioridad; no había lucha de sexos porque mediante el trabajo colaborativo, se mantenía el equilibrio del universo y era posible la regeneración.

¿Quiénes han sido entonces los peores amantes de la historia? 

Eso depende de los gustos, la cultura, el contexto social, religioso, las preferencias entre un larguísimo etcétera.

El buen sexo no es una cuestión de época, de tiempo o de costumbres, sino de creatividad, romance, química sexual, comunicación, mente abierta y por supuesto, ¡un buen estado de salud!

Si quieres mejorar tu vida sexual y ganarte un lugar en la historia de los mejores amantes del mundo, consulta a los expertos en salud sexual masculina, ellos son los indicados para asesorarte en el tema. 

¡Nos reencontramos en el próximo artículo!

Artículo validado por Juan Manuel Martinez Preciado, Médico Cirujano con Maestría en Sexología clínica, epidemiólogo, integrante del grupo de dirección médica internacional Boston Medical Group.

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