Se considera impotencia sexual psicológica cuando, una vez comprobado médicamente que no existe un problema físico, el hombre no consigue alcanzar o mantener una erección. Si se trata de episodios aislados u ocasionales, tal vez no haya de qué preocuparse. Pero si se vuelve una situación repetitiva que trastorna la vida de las personas, empezar cuanto antes con el tratamiento para la impotencia psicológica, es vital. ¿Por qué? ¡Sigue leyendo para conocer la respuesta!
Las disfunciones sexuales y el estado mental
La mente y el cuerpo están mucho más ligados de lo que creemos. Aunque aún hay mucho por investigar acerca de cómo pensamos, sentimos y de qué forma esto repercute en lo fisiológico, es un hecho que la mente es sumamente poderosa y puede ayudarnos a lograr cosas que creíamos imposibles o, por el contrario, convertirse en nuestro peor enemigo.
En lo concerniente a disfunciones sexuales, entender el estrecho vínculo que existe entre nuestro estado mental y las reacciones del cuerpo, es clave para identificar, aceptar y tratar la impotencia sexual psicológica.
El ciclo de respuesta sexual humana inicia en el cerebro
A partir de un estímulo visual, táctil, auditivo o proveniente de la imaginación o de la memoria, se enciende una chispa que reconocemos como deseo sexual.
La libido despierta a través de la estimulación física y psicológica; así, la testosterona se activa junto con una serie de sustancias químicas (neurotransmisores) como dopamina, serotonina, endorfinas, oxitocina, entre muchas otras. Esta reacción en cadena que inicia en el cerebro, se transforma en impulsos eléctricos que corren por la médula espinal hasta el pene, produciendo la erección, primera fase de la respuesta sexual humana (Masters y Johnson).
La excitación no es otra cosa que la respuesta física del organismo al deseo, más la estimulación. En el hombre, esa necesidad de tener relaciones sexuales se manifiestas a través de señales como aceleración del ritmo cardíaco, respiración agitada, elevación de la presión sanguínea, tensión muscular, pezones erectos, el escroto se engrosa, se elevan los testículos y el pene se hincha y alarga debido al flujo sanguíneo que llena los cuerpos cavernosos.
En realidad, este mecanismo es más complejo que lo aquí explicado, pero lo importante es comprender que, si el inicio en el proceso se ve interrumpido por una interferencia emocional, la reacción en cadena, no se produce, es decir, la erección no ocurre o no logra mantenerse lo suficientemente firme hasta completar el acto sexual.
Cuando la impotencia sexual es causada por una alteración de las emociones, empezar el tratamiento y el proceso de recuperación, puede ser complicado, ya que será necesario indagar en rincones íntimos y a veces, inaccesibles del paciente, para saber qué es lo que le está impidiendo vivir su sexualidad con normalidad.
Reconocer que se tiene un problema de índole sexual no es fácil para un hombre; sabemos que esto les produce una sensación de inseguridad, pérdida, tristeza, vergüenza, ira o temor. A esto, sumemos la resistencia a aceptar que se está atravesando por un momento de “debilidad emocional”. ¿Cómo un varón del que se espera sea fuerte, valiente, proveedor, competitivo y “solucionador de problemas”, se siente abatido? “Los hombres no lloran.” Esta forma de entender la masculinidad es un completo error. Poco ayuda la cultura machista tan arraigada en países como México, a reconocer que existe un problema tan íntimo, que se necesita ayuda y sobre todo, que se puede solucionar.
El hombre que padece impotencia, puede pasar por una fase de negación y tratar de adjudicar las fallas en la erección a cualquier asunto cotidiano: “estoy cansado”, “es el estrés”, “tengo muchos problemas que resolver, no puedo concentrarme”. Pero, en algún momento, tendrá que darse cuenta de que ese “cansancio” es más frecuente de lo que quiere admitir. También es posible que sea la pareja quien aborde el tema. La impotencia no es algo que pueda ocultarse por mucho tiempo. Además, ¿qué sentido tiene prolongar la infelicidad y la angustia? Empezar cuanto antes con el tratamiento para la impotencia psicológica, es vital. ¿Por qué? Porque el sexo es un pilar fundamental para el bienestar integral y porque, mientras más tiempo pase, la disfunción eréctil psicológica podría volverse un problema crónico y/o fisiológico.
Cuando el pene no se ejercita por un tiempo prolongado, los tejidos que le dan su capacidad eréctil, pueden perder elasticidad. De ahí la importancia de buscar ayuda profesional lo más pronto posible.
No hay nada malo en ti
Eso es lo primero que debes entender. Los seres humanos pasamos por momentos buenos y malos. La vida a veces es difícil y podemos experimentar crisis de ansiedad, depresión, apatía o hasta falta de impulso para levantarnos y seguir adelante. Es importante que sepas que todo eso es pasajero. Las crisis se pueden superar con ayuda profesional -psicólogos, psiquiatras, sexólogos- y una red de apoyo que pueden ser familiares, amigos y, desde luego, tu pareja, siempre y cuando no sea la causa del problema.
Situaciones difíciles y dolorosas como la pérdida de un ser querido, de un empleo, una ruptura amorosa o problemas económicos, naturalmente repercutirán en el apetito sexual o en la respuesta a los estímulos.
Estas pueden ser algunas causas de la impotencia sexual psicológica
- Estrés y ansiedad. ¿Quién no se siente estresado en tiempos como los que vivimos? La pandemia ha dejado secuelas a todos los niveles: emocional, económico, cambios laborales radicales, pérdidas de seres queridos, en fin. Hemos tenido que aprender a vivir y relacionarnos de otra manera. Claro que eso genera estrés y ansiedad que puede derivar en fallas en la erección.
- Ansiedad por el desempeño sexual. Esto puede ser un círculo vicioso difícil de romper si no se tiene la ayuda de un profesional. El estrés fuera de control puede causar impotencia y la disfunción en sí misma, también. El miedo a fallar puede estar tan presente, que interfiera con la respuesta física. La impotencia psicológica siempre conlleva un alto grado de ansiedad que aumenta cuando el hombre se enfrenta a una relación sexual.
- Depresión. Esta es una enfermedad que debe atenderse cuanto antes, ya que discapacita a todos los niveles, incluido el sexual. El equilibrio en los neurotransmisores como la serotonina (el químico que regula las emociones), se ve alterado y esto se refleja en síntomas físicos y anímicos. La terapia es totalmente necesaria, ya que debe resolverse de fondo el problema que causó la depresión. La medicación ayuda, pero ambas cosas deben complementarse. Una persona con depresión puede llegar a sentir o no, deseo de tener relaciones sexuales, aunque muchas veces el ciclo de respuesta sexual se interrumpe o simplemente no se detona al haber un desbalance en la química cerebral. Es importante saber que casi todos los antidepresivos, tienen como efecto secundario la ausencia de deseo o disfunción eréctil, especialmente aquellos que actúan sobre la serotonina. Pero no es algo que no se pueda solucionar. Pregunta a tu médico por alternativas, recuerda que lo primero es salir del estado depresivo y lo demás, se irá solucionando poco a poco con ayuda de un experto en salud sexual masculina.
- Problemas de pareja. Pueden ser de cualquier tipo: falta de interés, de atracción, rutina, rencores guardados, culpa o mala comunicación, entre muchos otros. Abrirse al diálogo tanto con la misma pareja como con el terapeuta, es un paso necesario para la recuperación.
- Traumas del pasado. Es probable que, en tu mente, se hayan bloqueado episodios de vida -que pueden haber ocurrido desde la niñez- que no te permiten disfrutar de una sexualidad plena. En los casos de abuso sexual, por ejemplo, es común que se desarrolle desinterés o incluso aversión al sexo. La asesoría sexológica y/o la terapia psicológica ayudan a desbloquear esas emociones ocultas o no resueltas.
- Baja autoestima. Cuando la inseguridad o los pensamientos negativos invaden nuestra mente, el cerebro deja de prestar atención a los estímulos sexuales que llegan a través de los sentidos. Cambiar la percepción que tienes de ti mismo, mejorará tu vida en todos los aspectos. Nuevamente, se recomienda asesoría profesional.
Empezar cuanto antes con el tratamiento para la impotencia psicológica, es vital
Solucionar la impotencia psicológica requiere de esfuerzo personal y de la guía de un especialista. Tenlo muy en cuenta.
Como ya mencionamos, iniciar el tratamiento lo antes posible, evitará que el problema se vuelva crónico. Además, ¿qué necesidad de sufrir cuando existen soluciones?
Terapia psicológica. Algunas personas podrán pensar que no es necesaria, pero en estos casos, es indispensable buscar la ayuda de un terapeuta. Al igual que con una enfermedad física, la mente también puede necesitar tratamiento profesional para sanar y no hay nada malo en ello. El psicólogo te ayudará a saber si la impotencia sexual es producto de algún trauma del pasado o un problema reciente, y será un guía para aprender a manejar tus emociones, ya sea estrés, ansiedad o tristeza; si la causa es una autoestima baja, te enseñará cómo cambiar la percepción sobre quién eres y recuperar tu autoconfianza.
Asesoría sexológica. Es un pilar fundamental del tratamiento integral para la impotencia psicológica o cualquier otra disfunción de índole sexual. Esta especialidad se enfoca en las causas del problema y ayuda a modificar aquellas conductas que nos están impidiendo disfrutar de una sexualidad plena.
Cuando las disfunciones son de origen emocional, como el miedo a fallar, dificultad para concentrarse, una inadecuada estimulación sexual, deficiente comunicación con la pareja, malos hábitos, falsas creencias o experiencias sexuales traumáticas del pasado, la asesoría sexológica ayudará con técnicas que se explican detalladamente en consulta, para que después el paciente las practique en su espacio personal, donde el ambiente le sea propicio. Puede tratarse de ejercicios de relajación, focalización sensorial, modificación de hábitos, ejercicios de Kegel, aclimatamiento coital, reestructuración cognitiva, comunicación sexual asertiva y entrenamiento en habilidades eróticas, entre otras técnicas. Cuando la participación de la pareja es posible, se recomienda incluirla, ya que el proceso puede ser más provechoso.
Medicamentos. No siempre son necesarios, pero si tu caso lo requiere, el médico te lo dirá. La impotencia sexual psicológica puede ser causada por la ausencia de algún nutriente o sustancia química en el cerebro. Muy importante: los suplementos alimenticios, multivitamínicos o productos de herbolaria, no son la cura para estos casos. No te auto recetes, mejor pregunta a tu médico.
Aléjate de las adicciones. El alcohol, el tabaco o las drogas recreativas son una evasión que, lejos de hacerte sentir mejor, empeorará la disfunción y el estado anímico. Si la impotencia es psicológica, las sustancias nocivas son el camino seguro para que el problema sea, además, fisiológico.
Ejercicio. Es probable que no tengas mucho ánimo si te encuentras deprimido, pero oblígate a hacerlo. El ejercicio, aun cuando sea algo tan sencillo como caminar, genera endorfinas, dopamina, testosterona, mejora la circulación, la frecuencia cardiaca, despeja la mente y es una forma de meditar y controlar tu respiración. Tómalo en cuenta, hazlo por unos días y verás el cambio.
Fijarse metas. Los objetivos cumplidos nos ayudan a sentirnos mejor con nosotros mismos, reafirman quiénes somos y elevan la autoestima. Si te percibes como una persona exitosa que alcanza sus metas, no te será difícil recuperar la autoconfianza también en el desempeño sexual.
Algo que también te puede ayudar a recuperar el equilibrio emocional, es hacer algunos cambios en tu rutina: descansar más, cambiar a una dieta más sana (los alimentos que no contienen los nutrientes necesarios para el buen funcionamiento del cerebro, pueden llegar a alterar las emociones), tomarte unas vacaciones, ir al cine, divertirte con amigos o pasear en contacto con la naturaleza.
Empezar cuanto antes con el tratamiento para la impotencia psicológica, es vital porque todos tenemos derecho a ser felices y a disfrutar de relaciones sexuales completas y satisfactorias.
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¡Hasta pronto!
Artículo validado por el Dr. Jesse Jarrod Jimenez, Médico Especialista en Cirugía General, Urología, Andrología y Medicina Sexual de Boston Medical Group en México, Monterrey.
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