A estas alturas, ya no es noticia que el distanciamiento social, las auto cuarentenas y el control de los movimientos de la población han de cambiar el paisaje sexual de casi todas las sociedades del mundo.
Para aquellos a quienes la pandemia ha sorprendido sin pareja se ha vuelto, o se volverá pronto, virtualmente imposible tener sexo en persona, al menos durante un tiempo que esperamos sea breve. ¿Qué nos queda si no nuestra capacidad para darnos placer a nosotros mismos?
Ahora el sexting será el detonante de una nueva Edad de Oro del lenguaje
El sexo en cuarentena cuando estamos solos
La cuarentena pudo haber llegado tarde o temprano a haber sido forzada, pero nadie dijo que tenga que ser forzosamente aburrida por muy solo que la afronte uno. Solo en casa hay cosas mucho más interesantes que hacer además de vestirse de astronauta y desinfectar cada esquina de tu hogar como si la existencia de la especie humana dependiera de ello.
Hemos tenido suerte y esto nos ha agarrado en la edad dorada de la innovación tecnológica y, capitalismo mediante, ahora disponemos de una amplia red de oferta de empresas y servicios exclusivamente dedicados a alimentarse de nuestro aburrimiento para aplacar nuestra soledad y apaciguar nuestros miedos.
No todos respondemos al estrés de la misma manera. Para muchos el estrés externo, la angustia o el miedo, son grandes inhibidores de su deseo, mientras que para otros el miedo despierta su libido como herramienta de emergencia y cómoda vía de escape tanto mental como física.
El mundo afronta una situación sanitaria cuya magnitud es todavía difícil de valorar pero que ya nadie debería de subestimar. Es pues absolutamente normal que esta ejerza un peso considerable, no sólo pero también, sobre nuestros hábitos y costumbres sexuales.
La mayoría acudimos, con placer culpable, a la masturbación como recurso fácil, sin imaginación y sin esfuerzo. Una especie de micro rito de paso del nerviosismo al descanso, de la calentura al relajo.
Por rutina, hemos ido zombificando nuestra masturbación, obligándola a caminar sobre raíles a fuerza de repetir una rutina rudimentaria porque, sencillamente, nos funciona; sin prestarle la atención ni al cariño que merece, sin mostrarle ningún respeto, sin reconocer la importancia que, en momentos como ahora, es evidente que puede tener para nosotros.
Reconozcámoslo ahora que estamos todos encerrados a solas con un único sexo, el nuestro. Hemos sido perezosos. Hemos dejado de explorar, de pensar escenarios nuevos; hemos estado fantaseando por debajo de nuestras posibilidades.
No nos conformamos sólo con relajarnos y gozar un poco
Nosotros queremos más, queremos escapar, queremos evadirnos siempre. Nosotros al sexo siempre le pedimos ese poquito más que, por si antes no hubiera sido suficiente, ahora puede liberarnos de la imperante y sofocante atmósfera de angustia global.
No estamos defendiendo que nos saltemos la cuarentena para realizar actos sexuales en público como acto de resistencia, aunque quizás aquí estemos dando pie a un segundo artículo. No, aquí hablamos de reconquistar nuestro propio placer y nuestro propio cuerpo con lo que más a mano nos queda: nuestra imaginación y claro, nuestras dichosas manos.
Hemos de luchar, ahora o nunca, por llegar más allá de lo que nunca hicimos, ahora que tenemos tiempo y carecemos de espacio.
Como bien dice la escritora, María del Mar Ramón, en su reciente artículo para VICE: “Por mucho que nos cueste, intentemos dedicar un buen rato al día, o cada dos días, a tocarnos bien y hacer consciencia de nuestra propia materialidad. Procuremos experimentar el cuerpo, cerrar los ojos, poner música que nos guste y pensar en situaciones que nos den placer. No importa que no acabemos, la idea es enfocarnos en generar rutinas de cosas que disfrutemos”.
Siempre que nuestra masturbación contribuya a que nos quedemos en nuestras casas, a que mantengamos la distancia con otros seres humanos cuyo contacto no es estrictamente necesario, estas manos tan bien ocupadas y el gozo que sean capaces de provocarnos estarán ralentizando contagios y literalmente salvando vidas.
Así que hagamos un esfuerzo por tirar abajo cualquier límite que le hayamos puesto a nuestro repertorio masturbatorio. Retrasemos orgasmos y estiremos placeres porque ha llegado el tiempo de innovar.
Tal y como hicieron en otra época la educación pública y el servicio de correos, ahora el sexting será el detonante de una nueva Edad de Oro del lenguaje. Cuánta nueva poesía hará brotar nuestro deseo vía WhatsApp. Cuánta terapia sexual nos ahorrará en el futuro esta nueva y maravillosa práctica de verbalizar nuestro deseo, de explorar nuestros sentimientos y expresarlos cada vez con menos miedo.
¡Hasta pronto!
Artículo validado por el Dr. Jesse Jarrod Jimenez, Médico Especialista en Cirugía General, Urología, Andrología y Medicina Sexual de Boston Medical Group en México, Monterrey.
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