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A grandes males ¿peores remedios?

Cuentan que durante la primera cuarentena, en los Países Bajos, se popularizó una frase que pretendía ayudar a la gente a soportar quedarse dentro de sus casas cuando su fuerza de voluntad flaqueaba: “si necesitas una motivación para quedarte en casa, aféitate las cejas”.

 

Puede parecer una locura sin sentido, claro, pero pasado un tiempo a todos se nos hace cada vez más difícil mantener la disciplina y no acercarnos a ver a nuestros seres queridos o a abrazar a nuestros amigos.

 

En general, nuestra salud mental se ha resentido durante la pandemia

 

Porque por mucho que queramos mantener y cuidar nuestras amistades tal y como lo hacíamos en el ya tan distante 2019, los nuevos confinamientos y restricciones siguen complicándonos la vida y cualquier ayuda o solución descabellada puede llegar a ser bien recibida.

 

Convivir con la pandemia

Todos hemos buscado nuestras propias maneras de sobrevivir a la pandemia. Siempre fueron malas ideas: beber lejía o desinfectante; almacenar más comida de la que uno necesita; pensar que uno es inmune o creer en remedios sin ninguna base científica, como que exponerse a la luz solar brillante puede protegernos del virus.

 

Otros nuevos hábitos son evidentemente mejores, como usar cubre bocas; mantener la famosa sana distancia; evitar multitudes; hacer el máximo de cosas al aire libre o lavarse las manos con frecuencia.

 

Algunos de los cambios que hemos hecho a nuestras vidas han resultado ser buenos, saludables incluso. Otros, no tanto. Muchos empezamos a cocinar más en casa, por matar el tiempo y por no tener que frecuentar locales llenos de gente. Empezamos a lavarnos mucho más las manos, y a ser conscientes de nuestra higiene y de la distancia entre unas personas y otras. Algunos grupos demográficos, entre ellos las personas mayores, encontraron finalmente la motivación que necesitaban para empezar a hacer más ejercicio y su salud general mejoró, como lo habría hecho esta nueva costumbre siempre, al margen de la crisis sanitaria.

 

Algunos cambios no beneficiosos 

Pero también hemos tomado unos cuantos hábitos que no han resultado ser tan beneficiosos. Muchos hemos empezado a beber más alcohol, sobre todo las mujeres, quizás automedicándose el incremento del estrés y la ansiedad que esta situación provoca. También, al contrario que los que empezaron a hacer ejercicio, algunos pasan muchas más horas sentados frente al televisor, ocho horas más de la media a la semana que antes de la pandemia. Y también están los que, desalentados por el clima general, hacen lo contrario, y hacen incluso menos ejercicio que antes, y se pasan el día repasando muros propios y ajenos en redes sociales.

 

La ansiedad pandémica también ha perturbado nuestro sueño y el aburrimiento nos ha empujado a muchos a hacer demasiadas compras impulsivas, nada reflexivas, por Internet.

 

Según Facebook, en Italia el tiempo dedicado a sus aplicaciones (incluidas WhatsApp e Instagram) ha aumentado hasta un 70% desde que comenzó el brote en ese país.

 

La salud mental

En general, nuestra salud mental se ha resentido durante la pandemia y, aunque hábitos como estos puedan darnos la sensación de aliviar, al menos momentáneamente, nuestro sufrimiento, la verdad es que, con el tiempo, el exceso de cualquiera de estas actividades puede dejarnos a nosotros (o a nuestra cuenta bancaria) completamente agotados.

 

El abuso de los dispositivos móviles ha incrementado muchísimo. Según Facebook, en Italia el tiempo dedicado a sus aplicaciones (incluidas WhatsApp e Instagram) ha aumentado hasta un 70% desde que comenzó el brote en ese país. En Twitter también ha aumentado la actividad de forma similar.

 

Según un estudio realizado por el Instituto Cultura y Sociedad (ICS) de la Universidad de Navarra, en España, el 70% de los encuestados reconoce haber aumentado «bastante o mucho» el uso de los dispositivos digitales, aunque también hay que tener en cuenta que el teletrabajo y las nuevas herramientas que lo rodean (chats laborales, videoconferencias, listas de tareas, etcétera) obligan a estar más conectados y disponibles que nunca.

 

“En un momento tan difícil para todos” explica Sara Villoria, psicóloga y creadora de Psicología Riot, “los afectos, los vínculos, los cuidados y las relaciones se han vuelto especialmente importantes porque son de las cosas que más nos nutren y de las pocas que ahora nos quedan dentro de todas las limitaciones que tenemos”, así que es normal que, a falta de contacto real busquemos el virtual aunque sea de forma desesperada.

 

Y aun así, el sentimiento de los usuarios hacia estas plataformas se ha vuelto abrumadoramente negativo desde que apareció el virus, o eso afirman las empresas de marketing que realizan el seguimiento de estas cosas. Sentimientos como el miedo o el asco se manifiestan cada vez más en el cada vez más vasto océano de publicaciones.

 

Deberíamos esforzarnos en poner al menos la misma dedicación a cultivar buenos hábitos como muchos le hemos puesto a los malos.

 

El uso de las redes sociales durante la pandemia

Los estudios realizados antes de la pandemia sobre el uso intensivo de Facebook mostraban sistemáticamente que el abuso de redes sociales aumenta los índices de depresión, ansiedad y soledad; lo último que nos haría falta mientras intentamos superar una pandemia encerrados en nuestros hogares, lamentando la normalidad perdida y anticipando el dolor de las posibles pérdidas personales.

 

Todos sentimos la necesidad de estar informados sobre lo que está pasando, siempre al tanto de las últimas noticias, pero llega un punto en que obtener más información es inútil, como asegura Alice Boyes, autora de “The Anxiety Toolkit” (Herramientas contra la ansiedad). “En este momento, la mayoría de nosotros estamos haciendo todo lo que podemos hacer”. Nos resguardamos, nos lavamos las manos, nos mantenemos a dos metros de distancia de los demás… “Cuando ya estás haciendo todo lo que puedes hacer”, dice, “no hay mucho beneficio adicional” en obsesionarse por buscar aún más información.

 

Boyes confirma que deberíamos esforzarnos en poner al menos la misma dedicación a cultivar buenos hábitos como muchos le hemos puesto a los malos. Es una estrategia básica para la resolución de cualquier problema, si quieres ponerte las cosas más fáciles haz lo posible por eliminar las barreras que te impiden llevar a cabo aquello que te beneficia.

 

Consejos finales

Consigue y deja preparado lo que necesites; asegúrate de que lo tienes a mano, y utiliza la misma lógica para dificultar los hábitos poco saludables: traslada el alcohol al sótano o cierra sesión cada vez que salgas de las redes sociales en tu teléfono.

 

Al principio de la pandemia, hubo una especie de boom de gente que presumía de las brillantes maneras en las que plantaba cara a la pandemia, como aprender un nuevo idioma o escribir un libro. Pero no hay ninguna necesidad de ser tan ambiciosos. La cuestión es mucho más sencilla, y las soluciones mucho más humildes: los seres humanos no manejamos bien el estrés cuando estamos atrapados en modo de supervivencia durante tanto tiempo. Sólo tenemos que hacer aquello que nos sienta bien, con un ojo puesto en el efecto a largo plazo que tengan esas actividades.

 

Depilarse las cejas, por ejemplo, puede parecer una tontería, pero no tardan demasiado en volver a crecer. ¿Algún método propio que les haya dado un particular buen resultado? Nos encantaría conocerlo.

 

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¡Hasta pronto!

 

Artículo validado por Juan Manuel Martinez Preciado, Médico Cirujano con Maestría en Sexología clínica, epidemiólogo, integrante del grupo de dirección médica internacional Boston Medical Group.

 

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