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El porno. ¿Educa o afecta nuestra vida sexual?

Hace poco, el sitio “antesdeeva” publicó un post sobre las cosas que los “onvres” (sic) hacen en la cama y creen que es excitante porque lo vieron en películas porno. Lo que nos llevó a preguntarnos, el porno, ¿educa o afecta nuestra vida sexual? Lo más interesante de dicho posteo son los comentarios de los lectores. Todos, sin excepción, asumieron que quien escribe, es una mujer. ¿Por? No había nada que indicara el sexo del autor. Hombres y mujeres por igual se regodean dando clases de ortografía a quien escribió, ofendidísimos por el tono sarcástico en el que se les llama “onvres”. Críticas al por mayor a las feministas y hasta hubo quien dijo que las muñecas (inflables) serían la mejor opción porque con el feminismo, no puede… el chiste se cuenta solo.

En la era del “opino de todo” y “cuidado con lo que dices porque puede ser políticamente incorrecto”, tomar una postura sobre cualquier tema, puede convertirnos en el blanco de muchas críticas. Esperemos que este artículo no hiera la sensibilidad de nadie, ya que el objetivo es informar y en la medida de lo posible, abrir conversación sobre un tema que, por increíble que parezca, sigue siendo tabú: la pornografía puede afectar nuestra vida sexual y causar disfunciones sexuales como la eyaculación precoz o disfunción eréctil. ¡Comencemos con el desarrollo del tema!

Países conservadores

En la mayoría de los países conservadores, donde los valores morales (y muchas veces religiosos) son prioridad en la educación de los hijos; eso incluye no hablar de sexo con adolescentes y jóvenes -no sea que les vayamos a dar ideas-. La educación sexual en las escuelas se imparte desde el plano anatómico y reproductivo, lo cual está bien pero, si ni los padres ni los maestros hablan del tema, ¿dónde aprenderán los jóvenes a tener relaciones sexuales?, y más importante aún, ¿dónde aprenderán sobre su salud sexual?

Sí, las relaciones sexuales también se aprenden. Aunque tenemos un instinto natural, no podemos confiar en que un joven que tiene sexo por primera vez, sepa cómo y por dónde, pero sobre todo, no podrá aprender a desarrollar buenas relaciones interpersonales, es decir, a vincularse de forma sana con otros seres humanos. 

¿Dónde buscan información los inexpertos jóvenes llenos de hormonas? 

Claro, recurren al Dr. Google: “Películas porno online”, “videos XXX gratis”, “cine para adultos”, “pelis XXX”, “los mejores sitios porno” entre un larguísimo etcétera.

Aprenden viendo videos. El porno se ha convertido en “el tutorial oficial de la sexualidad” para los adolescentes (y varios adultos) y así, creen estar listos para iniciar sus batallas. Lo que no saben discernir es, si el porno educa o afecta nuestra vida sexual.

Lluís Ballester y Carmen Orte, autores del libro “Nueva pornografía y cambios en las relaciones interpersonales” entrevistaron a 2,500 jóvenes españoles (hombres y mujeres) entre los 16 y los 29 años de edad. En su estudio afirman que uno de cada cuatro jóvenes ha visto contenidos sexuales antes de los 13 años y que “la pornografía está cambiando la forma en que se relacionan los adolescentes”; esto debido a que los contenidos sexuales están muy a la mano en los dispositivos móviles -los encuentran aun sin buscarlos- y a que la pornografía es cada vez más explícita y violenta.

Los adolescentes son los grandes consumidores de porno en internet; desafortunadamente, ellos reciben la “educación sexual” de esas imágenes donde no hay comunicación entre los protagonistas, no existe el menor grado de afectividad ni de preocupación por el otro; de intimidad en el sentido más profundo de la palabra, ¡ni hablamos! 

Al menos la cuarta parte de los muchachos entrevistados admiten que buscan porno “para aprender”. ¿Qué aprenden? Violencia, excitarse sólo con estímulos visuales fuertes, lo que puede derivar a la larga en problemas de disfunción eréctil; a no tener control sobre las sensaciones de su cuerpo y como consecuencia, tenemos millones de casos de eyaculación precoz.

Lo que el porno nos enseñó y no sabíamos que estaba mal

La psicóloga y sexóloga Nayara Malnero, experta en educación sexual, dijo en una entrevista para el periódico El País que “al no existir una educación sexual real ni en los colegios ni en casa, este (la pornografía) es el modelo que siguen los jóvenes, y este es el precio que tenemos que pagar padres y educadores por no hacer nuestra labor.”

La psicóloga se refiere no sólo a la ausencia de vinculación emocional en los encuentros sexuales que establecen los adolescentes y jóvenes, sino a la “normalización” de la violencia en dichos encuentros. La mayoría de los contenidos sexuales a los que tienen acceso estos usuarios, refuerzan el modelo machista que de por sí, ya está presente en muchos otros aspectos de la vida cotidiana. Se acostumbran a las relaciones de poder, a la agresividad, a no aceptar un “no” por respuesta y a una vida sexual llena de frustración e insatisfacción.

Todo esto pone a los más jóvenes en grave riesgo de contraer enfermedades de transmisión sexual al no usar protección, fiestas en las que se practica sexo en grupo como un “juego”, citas sexuales con desconocidos a través de internet o incluso, promover la trata de personas.

No, no estamos exagerando. Lo aceptemos o no, estos comportamientos son más comunes de lo que pensamos.

¿La pornografía educa o enferma?

Los expertos en salud sexual masculina de Boston Medical Group, afirman que la adicción a la pornografía se está volviendo una de las causas frecuentes de disfunción eréctil y eyaculación precoz en hombres de entre 18 y 30 años de edad. A partir del boom de la pornografía en medios digitales, ha habido una mayor incidencia de pacientes con disfunciones sexuales sin que exista un origen orgánico.

Al igual que ocurre con las drogas, la dependencia de estos contenidos provoca cambios en el cerebro, altera los niveles de dopamina generando mayor resistencia a esta sustancia química, necesaria para la excitación sexual e interrumpiendo el proceso neuronal que deriva en la erección.

Un estudio publicado en Archives of General Psychiatry, concluyó que a mayor exposición a la pornografía, menor es la actividad cerebral en los centros de recompensa (placer). Esto significa que, al generar más y más dopamina, el cerebro se acostumbra a esa dosis de placer, y automáticamente ordena repetir el comportamiento. Exactamente lo mismo que cuando se consumen drogas o alcohol.

Otro estudio realizado en Alemania (Instituto Max Planck, 2014), descubrió que el cerebro de quienes ven pornografía compulsivamente, se reduce de tamaño. Según estos investigadores, existe una relación directa entre el hábito de ver contenido sexual y la disminución de materia gris en el lóbulo derecho y la corteza prefrontal. Este es el único dato encontrado a este respecto.

Ninguna investigación ha demostrado que a los jóvenes que ven porno les salgan pelos en la mano, padecen acné por esa causa o pierdan la vista. Lo que sí puede pasar, como ya hemos visto -y sí está demostrado- es que todo en exceso es perjudicial para la salud física y emocional, sufrir consecuencias como la eyaculación precoz o disfunción eréctil por la adicción a la pornografía y los malos aprendizajes, es cada vez más común.

Los fanáticos del cine para adultos tienden a idealizar las situaciones que ven en pantalla. El sexo debe ser así de intenso, o es de flojera. Nada más lejos de la realidad.

Si porque lo vieron en una película porno creen que el cuerpo de una mujer es tan elástico y responsivo como una liga, recuerden la tercera ley de Newton: “A toda acción corresponde una reacción de la misma intensidad ¡pero en sentido contrario!” Para muestra un botón (o varios).

La película erótica más famosa de todos los tiempos, Deep Throat (Garganta profunda, 1972), protagonizada por la entonces incipiente actriz Linda Lovelace, tiene el récord de ser una de las películas más rentables en la historia del cine. Pero la historia de Linda Susan Boreman, nombre real de la actriz, estuvo muy lejos del sueño de una estrella de Hollywood. La paga que recibió por esta película, fue mínima: 1,250 dólares. El estigma que le dejó su actuación en esta cinta, frustró su deseo de realizar otros papeles en el cine; además, en su autobiografía cuenta los tremendos abusos que sufrió por parte de su primer esposo, quien la obligaba a realizar todo tipo de escenas eróticas apuntándole con una pistola. La silicona, que se aplicó en repetidas ocasiones con el fin de conseguir más trabajo, causó graves estragos en su salud. Su equilibrio mental tampoco era el de una persona sana y feliz. Linda murió a los 52 años en un accidente automovilístico.

Otro ejemplo, aunque con un final menos desafortunado, es el de la actriz Mia Khalifa, ya retirada de la industria de cine para adultos, quien recientemente declaró en una entrevista ante la pregunta de si tenía alguna especie de estrés postraumático: “Quería hacerlo como mi pequeño y sucio secreto, pero me explotó en la cara. Sí. Creo que se activa (el estrés) principalmente cuando salgo a la calle porque siento que la gente puede ver a través de mi ropa y me da mucha vergüenza y me hace sentir como si hubiera perdido toda mi privacidad, porque estoy a una búsqueda de Google. Por supuesto que afecta las relaciones. La adicción a la pornografía es muy frecuente. Las cosas que los hombres ven en los videos, las esperan de las mujeres en sus vidas, y eso no es la realidad. Nadie va a ser tan perfecto, nadie hará esos actos un miércoles por la noche.”

Y está también el caso del actor español Nacho Vidal, de quien se especuló padecía Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirido (SIDA), pero hace poco aclaró que esto no es verdad, la enfermedad que lo aqueja y le orilló a dejar el porno es el “Síndrome de Reiter” o Artritis Reactiva, una enfermedad del sistema inmune que si bien no es contagiosa en sí, las infecciones que la causan –clamidia, gonorrea o salmonela– sí se contraen por relaciones sexuales sin protección.

La artritis reactiva presenta síntomas como fuerte dolor en los intestinos, genitales, vías urinarias, rodillas o tobillos; inflamación en manos y pies, trastornos en la piel y conjuntivitis (Clínica Mayo).

El propio Vidal llegó a decir a uno de sus médicos que “quería suicidarse del dolor”. Aunque se sabe que la enfermedad puede remitir después de un año, (Colegio Estadounidense de Reumatología), también puede volverse crónica.

Tristemente, este enfermedad ha dejado incapacitado a Nacho Vidal para trabajar en cualquier cosa.

Si bien estos son casos extremos pero muy comunes entre los actores de la industria porno, los adeptos a este tipo de videos no están exentos de contraer éstas u otros padecimientos relacionados con la sexualidad. En mayo de 2017, los asistentes a la reunión anual de la Asociación Americana de Urología manifestaron su preocupación por la relación directa que existe entre la pornografía y los problemas de sexualidad masculina. Varias investigaciones les llevaron a concluir que “la pornografía podría estar afectando el deseo sexual de los hombres y ponerlos en riesgo de padecer disfunción eréctil.”

Un artículo publicado en Newsweek (mayo, 2017) indicó que “esencialmente, muchos hombres que ven pornografía en internet tienen el potencial a desinteresarse en la relación sexual con una persona en la vida real”, en esto coinciden cada vez más expertos en salud sexual masculina.

Ese mismo año, el análisis de 50 estudios (un total de 50 mil pacientes en 10 países) confirmó que la pornografía está asociada a la insatisfacción sexual y relaciones interpersonales en los hombres.

El anonimato, la inagotable oferta de material cada vez más “innovador”, la falta de educación sexual, la facilidad que dan los teléfonos móviles…todo contribuye a que las personas, especialmente los adolescentes que inician su vida sexual, encuentren en el porno un camino seguro hacia una sexualidad mal aprendida y a la larga, nada placentera.

Conclusiones

A la pregunta sobre si el porno educa o afecta nuestra vida sexual, podríamos concluir que los crecientes casos de disfunción eréctil y eyaculación precoz en hombres jóvenes, apuntan a lo segundo. Después de todo, si no hay límites, ¿hasta dónde se puede llegar?

Las obsesiones sexuales que excluyen a otras personas, -como suele ser la adicción al porno-, destruyen lazos familiares, la verdadera intimidad en las parejas y la capacidad de disfrutar de una vida sexual sana, relajada, alegre y sobre todo, real. 

Si necesitas ayuda no dudes en solicitar asesoría experta en el tema, podemos ayudarte con mucho gusto. Clic aquí.

¡Hasta pronto!

Artículo avalado por Héctor Corredor, Médico Cirujano especialista en Urología con Maestría en Sexología Clínica, Director médico internacional en Boston Medical Group.

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