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Admitir que eres vulnerable te hace más fuerte

Admitir que eres vulnerable te hace más fuerte. La vulnerabilidad tiene mala prensa, pero por muy paradójico que parezca, admitir nuestra vulnerabilidad hace nuestra vida más rica y a nosotros más fuertes.

 

La vulnerabilidad consiste en estar plenamente abierto a la experiencia de vivir

 

La masculinidad

En nuestra cultura, la masculinidad hegemónica, la que define el concepto de  los hombres mismos como varones, la idea de vulnerabilidad está de alguna manera asociada al miedo, a la ansiedad y a los débiles. Ningún líder político, empresarial o social que se precie de serlo va por ahí proyectando aires de vulnerabilidad sino más bien todo lo contrario.

 

Es una fachada, por supuesto, porque ningún “aire” los protege de la realidad. Y la realidad es que todos los que estamos vivos y somos vulnerables, y que nos conviene seguir vulnerables si queremos seguir considerándonos plenamente vivos. Me explico:

 

Esta alergia a la vulnerabilidad tiene un precio. Como decía la investigadora Brené Brown en su ya famosa charla TED: “No se pueden insensibilizar las emociones ‘malas’ sin anestesiar también las demás; no se puede insensibilizar uno selectivamente”.

 

Sencillamente no es posible. Si te libras de lo malo también es posible que te pierdas lo bueno. Tal y como lo expresó el poeta Rilke, enfrentado al psicoanálisis: “temo que si me quitáis mis demonios mis ángeles partan también con ellos”.

 

El pánico a la intimidad, ese terreno en el que uno ha de adentrarse dispuesto a entregarse por completo, sin chaleco y con las manos en alto, es donde mejor se manifiestan las lecciones mal aprendidas por los hombres desde su más tierna adolescencia, cuando las amistades empapadas de “demasiada” emocionalidad empiezan a etiquetarse de “poco masculinas”.

 

Los hombres heterosexuales son, según un reciente artículo, el grupo social que menos amistades tiene y su amistad con otros hombres igualmente heterosexuales “proporciona menos apoyo emocional e incluye niveles más bajos de comunicación íntima y confianza que las amistades de otros grupos”. Así que tal vez no sea sorprendente, como asegura otro artículo del Boston Globe, que “la soledad, no la obesidad o el tabaquismo, sea la mayor amenaza para la salud de los hombres”.

 

¿Lo sabías?

El siguiente dato lo conocíamos: Los hombres se suicidan con mucha mayor frecuencia que las mujeres. Lo que quizás no supiéramos es que es alrededor de los 15 años cuando los niños comienzan a reportar que o no tienen o no necesitan muchos amigos, la misma edad en que la tasa de suicidio masculina aumenta hasta cuatriplicar la tasa femenina.

 

Según la socióloga Lisa Wade: “Es precisamente en esos años cuando los jóvenes aprenden lo que significa ser un ‘hombre de verdad’. Para ser amigos íntimos hace falta estar dispuesto a confesar inseguridades, ser amable con los demás, demostrar empatía y, a veces, sacrificar tus propios intereses. Sin embargo, se supone que los ‘hombres de verdad’ son…. egocéntricos, competitivos, emocionalmente parcos, fuertes, seguros de sí mismos y capaces de lidiar con sus problemas emocionales sin ayuda externa. Ser un buen amigo, en este caso, o incluso necesitar un buen amigo, podría considerarse afeminado”.

 

El psicólogo clínico Robert W. Firestone confesaba en uno de sus artículos para Psychology Today que “sólo tenemos una vida por vivir y la premisa esencial debería de ser vivirla lo más plenamente posible; experimentar todas tus emociones, todas tus percepciones, todos tus pensamientos, todas tus ideas. Pero cuando se nos ha hecho algún daño se bloquea gran parte de nuestro potencial para evaluar la plenitud de nuestra existencia. Al principio de la vida construimos defensas contra el dolor interpersonal, la ansiedad por la separación y los miedos existenciales. Sin embargo, esas mismas defensas que una vez nos protegieron como niños y que antes eran apropiadas para nuestra supervivencia emocional ya no son adecuadas y limitan nuestra experiencia de vida como adultos”.

 

Así que una vez de convertirse en adultos deberían poder permitirse el lujo de mostrarse vulnerables, de arriesgar más en pos de vivir la vida tal y como les gustaría vivirla, de tomarse la vida verdaderamente en serio y sacar el máximo provecho de su existencia aprovechando que son los únicos responsables de ella. (y lo mismo para las mujeres, claro)

 

¡Asume el riesgo!

Aunque parezca contraintuitivo tiene mucho más sentido arriesgar e invertir la vida más en su calidad que en su duración. La sabiduría popular dice que “es mejor amar y perder que no haber amado nunca” y no solo es verdad sino que, además, vivir así, expuesto al riesgo de la vida, hace que nuestra vida sea mucho más adaptativa.

 

“Puedes arriesgarte a querer y ser rechazado; eso es algo de lo que la gente no se da cuenta. Eres lo suficientemente fuerte, ya no eres un niño” anima Firestone. “Cuando nos mostramos vulnerables esto sólo significa que somos capaces de perseguir nuestras metas, deseos e intenciones, y que somos capaces de lidiar con las consecuencias a nivel emocional. Y eso incluye una gran variedad de sentimientos, algunos de los cuales son atemorizantes, otros muy alegres y excitantes; se trata de una amplia gama de vivencias. Si vives plenamente, habrá mucha alegría y una cierta cantidad de dolor también. No intentamos resguardarnos de los sentimientos. Lo que intento transmitir es que puedes permitirte el lujo de sentir y, a nivel emocional, estarás mejor capacitado para hacer frente a tu vida de manera efectiva”.

 

Volviendo a la charla de Brené Brown: “la vulnerabilidad no es más que un riesgo que todos hemos de asumir para poder experimentar conexión con los demás” y el coraje necesario para hacerlo, del latín ‘cor-’ por ‘de corazón’, “consiste en estar presente y dejarse ver tal y como uno es”.

 

Firestone corrobora que “la vulnerabilidad consiste en estar plenamente abierto a la experiencia de vivir” y que la meta de todo adulto debería ser llevar una vida adulta, autónoma y atrevida, y experimentar todo el espectro de sus emociones. Todo lo demás es arriesgarse a no vivir. ¿Quién dijo miedo?

 

¡Nos reencontramos en el próximo artículo, muchas gracias por tu lectura!

 

Artículo avalado por Héctor Corredor, Médico Cirujano especialista en Urología con Maestría en Sexología Clínica, Director médico internacional en Boston Medical Group.

 

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