La dopamina es un neurotransmisor responsable de sentimientos como el amor y, en el otro extremo, de las adicciones -incluida la adicción al sexo-. Es el químico mediador del placer. Generamos dopamina durante situaciones agradables, por eso sentimos el impulso de buscar actividades que nos “recompensen” como la comida, el sexo, alcanzar metas o consumir drogas. Con la dopamina hay que tener cuidado, ya que, si se desequilibran los niveles, pueden presentarse enfermedades como el Parkinson, trastorno de déficit de atención o con niveles anormalmente elevados, alucinaciones, manías y otras enfermedades mentales como esquizofrenia.
En el artículo de hoy hablaremos sobre la dopamina y la vida sexual: qué hace, cómo influye y cómo aumentarla de forma natural, acompáñanos en esta lectura.
¿Qué es la dopamina?
La dopamina es un neurotransmisor que regula varias funciones muy importantes en el organismo como el movimiento, la memoria, el sistema de recompensas, el comportamiento, la atención, el sueño, el humor, el aprendizaje y desde luego, las sensaciones de placer. Es por eso que la dopamina juega un papel tan importante en nuestra vida sexual.
Dopamina y vida sexual
La dopamina es unos de los neurotransmisores que intervienen en el ciclo de respuesta sexual humana (excitación, meseta, orgasmo y resolución), pero no es el único; la serotonina, oxitocina y endorfinas, entre otros, actúan en conjunto para que el ser humano pueda completar el ciclo sexual y posteriormente, volver a un estado de relajación y bienestar.
La reacción en cadena de neurotransmisores se inicia en el cerebro en la (pre)fase de deseo; el deseo sexual activa todos los “interruptores” de los sistemas nervioso central y periférico, baja por la médula espinal en forma de impulsos eléctricos y llega hasta los genitales, donde se aprecian los signos visibles de las fases excitación, meseta y orgasmo. Pero existe otra sustancia sin la cual, este ciclo no podría llevarse a cabo: el óxido nítrico.
El óxido nítrico es el detonador y el motor de todo el proceso en el sistema nervioso central y periférico. Al liberarse óxido nítrico en el núcleo paraventricular, junto con la dopamina y oxitocina, se inducen las erecciones. A estas sustancias se atribuye el rol integrador de la respuesta sexual. En resumen, todos los mecanismos de la respuesta sexual masculina, dependen del óxido nítrico en consonancia con la Dopamina, Oxitocina y Testosterona.
La testosterona, hormona sexual masculina, actúa en el cerebro sobre el llamado núcleo medio preóptico, donde se concentran mayormente los receptores androgénicos.
La dopamina aumenta la producción de óxido nítrico y a su vez, éste activa la producción de dopamina.
El adecuado nivel de testosterona facilita la acción del óxido nítrico y de la dopamina, que a su vez inhibe la acción de la serotonina y la prolactina con el fin de preparar el cuerpo y los genitales para la relación sexual.
Esta breve clase de química es sólo para explicar la interacción entre neurotransmisores que, junto con la hormona masculina, producen las erecciones.
Entendiendo esto, cobra sentido el hecho de que los adultos mayores cuyos niveles de testosterona y dopamina han disminuido, desarrollen patologías como la disfunción eréctil o la enfermedad de Parkinson, aunque esta última no es necesariamente “una enfermedad de viejos”. Al disminuir la testosterona, lo hace también la dopamina; en consecuencia, se pierden algunas capacidades como la motora, la flexibilidad de los músculos y la función sexual. Sin dopamina, no hay sexo, para acabar pronto.
Pero, ¿qué pasa cuando los niveles de dopamina exceden lo normal?
Los niveles altos de esta sustancia, están relacionados con la hiperactividad, hipersexualidad o hipersocialización. ¿Y qué hay de malo en eso? Podríamos pensar. Todo exceso tiene consecuencias negativas.
La liberación de dopamina nos produce automáticamente la sensación de placer, nuestro cerebro refuerza esa conducta al interpretarla como agradable. Este mecanismo cerebral es el que explica las adicciones, ya sea a sustancias o a conductas compulsivas.
La adicción al tabaco, por ejemplo, ocurre por la elevación en los niveles de dopamina. Cuando fumamos, la nicotina libera dopamina y nos deja una sensación de recompensa. El cerebro se acostumbra rápidamente a esta actividad química, desarrollando una adicción al tabaco.
Lo mismo ocurre con las drogas como la cocaína o las anfetaminas. Si alguna vez se ha recurrido a estas sustancias, se entenderá por qué son tan adictivas: porque generan una sensación instantánea -y artificial- de mucho placer. ¡Un bombazo de dopamina!
Las anfetaminas, por ejemplo, son conocidas por inhibir el apetito, por eso las personas con problemas de peso, recurren a ellas para adelgazar. Cambiar un mal hábito por otro, desde luego no es el mejor camino. Está demostrado que las personas adictas a la comida -comedores compulsivos- tienen bajos niveles de dopamina, lo que los lleva a buscar de forma inconsciente esa sensación de gratificación que les falta, y convirtiendo esta fuente de placer en una compulsión. Lo que no saben es que esas “pastillas para adelgazar” también generan adicción, sin mencionar la cantidad de problemas que producen en órganos como el corazón, la tiroides o el cerebro. La dopamina es, al final, responsable de todo ese círculo vicioso.
Habrás oído hablar también del trastorno bipolar o síndrome maníaco-depresivo. Las personas que sufren estos trastornos tienen un desequilibrio químico en el cerebro.
Los episodios maníacos, son producidos por disparos anormales de dopamina, lo que los lleva a adoptar conductas eufóricas sin regulación alguna, sin razonamiento ni control de las emociones. Y luego viene el “bajón”, una vez que los niveles de químicos bajan, aparecen los episodios depresivos que pueden llevar incluso al suicidio.
Adicción al sexo
Antes de sacar conclusiones erróneas, aclaremos que el sexo nos gusta a todos, es una de las sensaciones más placenteras conocidas por los humanos y por supuesto que genera un subidón de dopamina. Eso no nos hace adictos, sólo es algo que repetimos porque nos gusta. Pero, ¿hasta dónde puede considerarse una adicción? ¿La dopamina tiene la culpa?
Los expertos no se ponen de acuerdo sobre si la adicción al sexo es mito o realidad. De entrada, no es un diagnóstico clínico. No existe registro de que los “adictos al sexo” padezcan una enfermedad.
De acuerdo con un artículo de la BBC (Reino Unido), “los editores del Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, una herramienta de diagnóstico clave en Reino Unido y Estados Unidos, consideraron incluir la adicción al sexo en la última edición del texto, pero finalmente no lo hicieron por falta de evidencia.” Posteriormente se propuso la inclusión del término «comportamiento sexual compulsivo» en la Clasificación Internacional de Enfermedades, el manual producido por la Organización Mundial de la Salud.
En este mismo artículo se menciona un estudio publicado en 2014 que señala lo siguiente: la actividad cerebral en los «adictos al sexo» cuando miraban pornografía, es similar a la de los adictos a las drogas cuando les mostraban su droga preferida.
Partamos de la base de lo que médicamente, se considera adicción: algo de lo que una persona depende fisiológicamente y cuya abstinencia, le causa malestares físicos. En este sentido, el sexo no podría considerarse una adicción. Sin embargo, al ser una conducta compulsiva, sí puede estar directamente asociada a procesos fisiológicos: generación de dopamina.
Según Frederick Toates, profesor emérito de la Universidad Abierta de Reino Unido, existen dos características clave que distinguen a una adicción: la búsqueda de una recompensa o de placer, y la existencia de un conflicto en torno a este comportamiento.
Ya dijimos que la generación de dopamina nos lleva a buscar constantemente esa sensación placentera, pero los estudiosos de las adicciones, encuentran una diferencia entre una adicción y el comportamiento obsesivo compulsivo. El adicto busca una recompensa o ganancia inmediata, aun cuando las consecuencias a largo plazo sean todo lo contrario. Por otro lado, quien sufre de un trastorno obsesivo compulsivo, no encuentra placer alguno en ese comportamiento, le causa conflicto, depresión y ansiedad. Sin embargo, algunos especialistas y psicólogos creen que un comportamiento compulsivo puede considerarse adicción cuando produce daño en el individuo y su entorno.
Pero si todos buscamos placer, entonces, ¿en qué se diferencian la búsqueda regular de placer y una adicción?
La psicóloga clínica Abigael San afirma que el comportamiento sexual puede ser adictivo, pero en este tipo de comportamiento, el sexo juega un papel secundario, ya que es sólo un mecanismo de defensa para ocultar o aliviar -de forma momentánea- otro problema más grave y subyacente: depresión, ansiedad, un trauma o algún otro problema emocional no solucionado.
Esto tiene sentido, los químicos cerebrales sí pueden estar involucrados. Según la psicóloga San, “diferentes actividades y sustancias activan vías de recompensa de diferentes maneras”. ¿Dopamina y serotonina? Recordemos que la dopamina activa el sistema de recompensas, mientras que la serotonina, regula las emociones.
Si bien no se ha probado científicamente, existen elementos para creer que la adicción al sexo existe y debería ser tratada como tal.
Por su parte, David Ley, terapeuta sexual y autor de «El mito sobre la adicción sexual», dice que los comportamientos comúnmente catalogados como adicción sexual son en realidad los síntomas de desórdenes de ansiedad y ánimo no tratados. En eso coincide con la opinión de la psicóloga. Pero, “equiparar el sexo o la masturbación al alcohol y las drogas es absurdo. La gente adicta al alcohol puede morir por la abstinencia, los adictos al sexo, no”.
Su afirmación se basa en que el diagnóstico de “adicción al sexo” implica criterios subjetivos y morales, así como en una idea establecida de lo que es el “sexo saludable”.
Adicción o no, el sexo compulsivo daña al individuo en muchos niveles: la autoestima, las relaciones sociales, la vida profesional, la salud y a su círculo cercano de personas como pareja e hijos.
La intención de incluirlo oficialmente en la lista de adicciones a partir de un diagnóstico clínico, es que los individuos que sufren de este trastorno (en las mujeres se llama ninfomanía) puedan tener acceso a un tratamiento que probablemente, incluiría la regulación de los niveles de dopamina, además del abordaje psicológico.
Hemos hablado de los extremos a los que nos puede llevar la falta o exceso de ese “químico del placer” que es la dopamina. Pero no hemos mencionado las formas en que podemos generarla de formas sanas y que, lejos de ocasionar daños a la salud, repercutan en bienestar físico y emocional.
¿Cómo aumentar la dopamina de forma natural?
- Ejercicio. Está demostrado que la actividad física es uno de los liberadores más importantes de dopamina, serotonina y endorfinas. La gente que tiene el ejercicio como hábito de vida, es más feliz y esto se refleja en su aspecto físico, el buen funcionamiento de sus órganos y su estado emocional. ¿Quieres combatir una adicción? Haz ejercicio y verás los resultados.
- Fijarse y cumplir metas. Los logros de cualquier tipo generan una gran sensación de placer. Es gratificante alcanzar una meta y la dopamina es la sustancia que más influye en eso. No necesitamos plantearnos proezas sobrehumanas, basta con fijarnos objetivos que exijan algo de nosotros, pero realizables. A la larga, esto se vuelve un hábito, una forma de pensar y una magnífica estrategia para llevar nuestra vida a donde queremos.
- Música. ¿Quién no disfruta escuchando música? Ya sean éxitos de los 80, boleros, ópera o rock; da igual siempre y cuando produzca una sensación de gozo. Según estudios diversos y particularmente uno realizado por expertos del Instituto y Hospital Neurológico de Montreal, en la Universidad McGill, escuchar la música que nos gusta favorece la liberación de dopamina.
¡Sexo! ¿Qué mejor forma de elevar nuestros niveles de dopamina y conservar nuestras capacidades sexuales? ¡Sexo es vida, dopamina y felicidad!
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Artículo avalado por Héctor Corredor, Médico Cirujano especialista en Urología con Maestría en Sexología Clínica, Director médico internacional en Boston Medical Group.
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